Érase una vez, hace mucho tiempo, en una pequeña isla perdida en mitad del océano, una niña que tenía un don extraordinario:
¡Podía caminar sobre el agua!
Pero no podía nadar bajo el agua. No podía nadar con los delfines y con los peces porque flotaba como un corcho.
Hasta el día en que Mina (ése era su nombre), se marchó corriendo sobre el océano