Este ensayo pretende pensar en una metáfora para Colombia, o varias, quizá, que nos hagan recordar la fragilidad que nos conforma y, a su vez, hace un llamado sobre el compromiso de cuidarnos como congéneres. Pensarnos desde tal condición implica una ética y una política existencial en las que la violencia sea un imposible, una oprobiosa excepción que implique el asombro, y no la tiranía de una cotidianidad impune. A partir de un ejercicio de análisis e interpretación filosófica, este libro tiene dos propósitos esenciales: primero, pensar la realidad colombiana desde la idea de nuda vida, un concepto de Giorgio Agamben (1998) que alude a aquella vida sin valor para quien la destruye. Segundo, indagar cómo el conflicto armado ha legitimado un desprecio por la existencia del contrario, ha exacerbado su fragilidad y ha impedido la posibilidad de una vida bios (digna de ser vivida). El lector encuentra aquí elementos reflexivos que son útiles la construcción colectiva de un modelo de comunidad en el que la vida bios cuenta un espacio para florecer.