El rugido de nuestro tiempo es a veces decolonialista y a veces panhispanista, pasa del insulto al lamento y de la santimonia al chasquido de la motosierra. En cualquier caso, se manifieste como se manifieste, hay que prestarle atención porque es una pista para entender las ideas y los valores que están moldeando el presente de nuestras sociedades. Esta labor, la de comprender y analizar el presente, la inicié hace seis años con Salvajes de una nueva época, y continúa con este ensayo. Seguirá en el futuro, ojalá con menos rugidos y menos salvajes, con menos desórdenes y extravagancias de los cuales dar noticia».
Perdido el horizonte común que llamábamos realidad, surgen en el mundo contemporáneo nuevos desafíos y malestares. Los líderes políticos, que deberían ser agentes racionales y ejercer la responsabilidad pública, se han convertido en alborotadores que trafican con las bajas pasiones. Mientras tanto, los artistas se pliegan a las buenas causas y sacrifican la libertad y la transgresión para encajar con las demandas morales del presente. Atrincherados en versiones cada vez más desfiguradas de la realidad, los políticos emprenden batallas culturales que fidelizan a sus seguidores, blindándolos contra toda crítica.