En Colección permanente, la autora de El corazón del daño nos permite acceder al centro neurálgico de su museo personal, donde figuran sus obsesiones, su preferencia por el desvío y su constante apuesta por una poética de la incertidumbre.
Mezclando la cita literaria, el reportaje apócrifo y la figura de un maestro imaginario con una escritura abierta a la inquietud y la intuición perturbadora, compone también su propia ética, casi un manifiesto que cuestiona el dogmatismo, la pretensión de originalidad y la banalidad de la conversación contemporánea alrededor de la literatura.
La crítica ha dicho:
«Este libro es un acto de desapropiación radical: aquí están, al descubierto, sus dialogantes, imaginarios y no; sus fuentes; sus obsesiones. Pero hay más: aquí está sobre todo su manera -única, personalísima, carnal- de aproximarse a ellos. Qué privilegio ser invitada a este festín donde las ideas son, como ella las define bien, una emoción del pensamiento».
Cristina Rivera Garza