En esta fascinante y provocativa exploración de la relación que existe entre la sociedad moderna y sus objetos, Jean Baudrillard desafía las concepciones convencionales sobre el consumo y la producción para argumentar que, en las llamadas sociedades
de consumo, los objetos ya no se producen con el objetivo principal de dar satisfacción a las necesidades primordiales del hombre, ni tampoco a esas necesidades secundarias pero no menos reales de la comodidad, el esparcimiento, el lujo estético. Los más impresionantes objetos que el sistema de producción crea no están destinados al consumo en la expresión obsoleta del término: no serán devorados ni asimilados, pues ya no son satisfactores primarios, sino que se han convertido en signos de un juego freudiano en el que participan las más profundas motivaciones del ser humano. La persona que se enajena en la producción se recupera a sí misma en la adquisición, y en la tenencia renovada de objetos ella se siente sobrevivir ante la repetida mortalidad de los objetos-signos.