Nadie diría que este es un libro sobre la tolerancia o sobre los prejuicios o sobre los extraños o que es un libro para hablar sobre los sentimientos de los niños... Nadie podría decirlo sin equivocarse porque no es un libro "para". Es una aventura emocionante e interesante en la que ocurren muchas cosas cuando un dragón aparece, de repente, en un pueblo. Es un dragón que echa fuego, como los dragones que conocemos, pero no es mal tipo, no se come a la gente ni solicita princesas. En la comunidad deciden aprovecharlo, todo muy verosímil, y termina siendo muy apreciado y valorado. Esto a modo de resumen, porque el libro tiene una parte de su fuerza e interés en las ilustraciones del mismo autor: en la expresividad del bicho y de los habitantes, en los blancos de la página y en sus colores vivos. No es un libro escrito para explicitar un mensaje, pero su lectura puede abrirnos a muchas interpretaciones. Por ejemplo: Que los bomberos siempre hacen el trabajo más difícil, que los alcaldes tienen ideas peregrinas y que la ciencia puede estar al servicio del confort. Lecciones estupendas para niños de hoy, aunque el libro tenga más de 40 años.