El anatomista da comienzo así, nada más ni nada menos, a la ardua exploración de la misteriosa naturaleza de las mujeres. Es nuestro héroe un hombre avanzado a su tiempo, y en su audacia decide experimentar con prostitutas y, algo totalmente prohibido en la época, con la disección de cadáveres. Lo que descubre Mateo Colón en pleno siglo XVI es, tal como lo fuera América para su homónimo, una «dulce tierra hallada»: el Amor Veneris, equivalente anatómico del kleítoris, hasta entonces desconocido en Occidente. Pero al intentar hacerlo público, Colón debe hacer frente al despiadado poder de la Inquisición, lo cual le supone verse envuelto, en un proceso vertiginoso.