Ramón Budiño quiere matar a su padre, quien representa lo peor de un
país, Uruguay, y de una clase social que ha huido de su propia
responsabilidad por el miedo a ser censurada. El peso del caudillismo en
la vida cotidiana después de más de un siglo de independencia es para
Ramón señal de que nada se ha renovado; de que todos siguen inmersos en
una mentalidad política y social que impide tanto el desarrollo
colectivo como el personal. La frustración por no poder matar a su padre
a pesar de haber planeado concienzudamente su asesinato representa una
fiel metáfora de la tela de araña en la que Ramón lleva atrapado durante
años.
Una historia de frustraciones: la frustración de un asesinato y una frustración personal que es a la vez reflejo de la frustración general en que se mueve un país. El fracaso de Ramón Budiño, que planea primero el asesinato de su padre y se reconoce después incapaz de llevarlo a cabo, se debe en buena medida a la actitud general de una sociedad que no tolera gestos dramáticos. Sin embargo, el radical desacomodo de clase, creencias, sentimientos, profesión y memoria del protagonista juega también un papel decisivo en el drama. De esta forma, la crisis social y política del país y la crisis personal del frustrado asesino confluyen en el trágico desenlace de esta novela.